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Un domingo en el centro

  • Alberto Barrera
  • 29 sept 2015
  • 4 Min. de lectura

Negocios informales que han invadido calles y cierran el paso a transeúntes por los andenes e impiden ver edificios antiguos, bullicio de vendedores ambulantes, inseguridad por la galopante delincuencia, el abandono de lugares históricos, casas e inmuebles en ruinas y la malacrianza de conductores de vehículos hacen pensar que no hay atractivo para pasear por el centro de San Salvador.

Pero no es cierto. La capital, pese a todo, tiene su encanto y caminar, especialmente en domingo es una tentación que hechiza a quienes tuvimos esa costumbre que siempre fue mágica, aunque muchos extrañemos lugares como las salas de cine que desaparecieron en su mayoría.

Y un fin de semana lo hicimos, junto a Reina caminamos y gozamos de la fascinación que siempre nos generaron sus calles, con toda su historia, sus plazas, aunque algunas fueron invadidas, su Catedral Metropolitana, sus edificios públicos como el Teatro y el Palacio Nacional, la biblioteca y edificios comerciales antiguos como el Gadala María en donde estuvo la librería Hispanoamérica por no hablar de la discoteca “Dancing Down Town” allá por 1967-1969.

La corta visita la hicimos después de un viaje fugaz a Soyapango –la populosa ciudad con sus problemas de saturación, pobreza y delincuencia- que pese a ser un día feriado, sus calles y zonas comerciales estaban llenas de gente y vehículos que dificultaban el tránsito. Superados los obstáculos enfilamos hacia San Salvador.

Salimos por Agua Caliente y sobre el bulevar Venezuela cruzamos por el Barrio Lourdes hacia el centro histórico, y llegamos al mismo corazón capitalino, aunque a unas cuadras vimos columnas de humo que supusimos eran cerca de Catedral.

Dejamos el vehículo en el antiguo estacionamiento del desaparecido Banco Salvadoreño y desde ahí vimos la Plaza Morazán en la que al caminar sobre el pasaje Garibaldi observamos a un grupo de mujeres evangélicas que iniciaban su labor de promoción de la fe cristiana; admiramos el edificio del Teatro Nacional y dimos una vuelta frente al principal templo católico en donde comprobamos que el humo había sido por la quema de neumáticos por veteranos de guerra, algunos de los cuales aún hablaban con reporteros antes de retirarse, pues no eran muchos.

Esta vez protestaron por el anuncio del gobierno de que para combatir la inseguridad -que a todos nos aflige- los salvadoreños pagaríamos un “tributo”, pues se resisten llamarle impuesto, pero si la Asamblea Legislativa con votos de los diputados del Fmln y sus aliados, principalmente los de Gana, la medida será una obligación que se pague un 10 por ciento más por servicios de telecomunicaciones, entre ellos los de telefonía pues en el país existen unos 9,0 millones de celulares.

Adentro del templo el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, consideró “injusto” que se pretendiera realizar esa medida desde el Estado para sufragar la lucha contra la inseguridad.

La presencia de agentes de la PNC y algunos municipales delataban que algo había pasado, pero nadie mostraba nerviosismo, y todo parecía en paz, pues al frente, en la Plaza Cívica, habían como es costumbre, muchos visitantes desde vendedores a desempleados, guardianes y policías, más evangélicos intentando convencer a seguidores y otras personas que pasaban el día en la ciudad.

Enfilamos sobre la avenida España (hacia el norte) y a un lado muchas ventas de frutas, películas o música pirateada, ropa y otros productos que furtivos compradores adquirían. Esos negocios impiden ver desde la calle la plaza José de San Martín. Muy cerca de esa zona había una “oferta” de uvas baratas, a solo un dólar la libra, pero obviamente no era exacta ya que la balanza metálica en la que la pesaba la ágil vendedora estaba “amañada”. Un poderoso y chillante parlante daba a conocer a lo lejos la atractiva oferta.

Caminamos un tramo de la calle Delgado, por detrás de catedral en donde antes fue una zona peatonal y hoy inundada de negocios informales, pero que han construido sus pequeños dominios y luego llegamos hasta la cuarta avenida sur en donde queríamos tomar y comer algo en el Café Bella Nápoles, pero cierra los domingos y vimos los edificios en los que alguna vez estuvieron los almacenes Bigit y La Moda Parisiense, pero hace ratos fueron cerrados.

Los antiguos almacenes han sido sustituidos por negocios que venden ropa, zapatos y otros objetos, todo usado. Al entrar se respira el olor característico y se siente el ambiente a cosas viejas, bagatelas que venden a incautos o necesitados que no pueden pagar lo nuevo debido a la crisis.

Observamos el atestado tramo de la avenida con sus aceras inundadas de champas con negocios de todo tipo –uno de los cuales tenía el servicio de cable para ver el fútbol español- y que han obligado a cerrar antiguos negocios o a mantenerlos escondidos, pero sobrevive el antiguo billar en la segunda planta del edificio del Portal La Dalia.

Caminamos hasta llegar a la histórica Plaza Libertad, en donde entre otros sucesos, recordamos la matanza por unidades militares a los que protestaban por el fraude electoral el 28 de febrero de 1977, en donde estuvimos unas horas antes del trágico suceso. El repicar de las campanas de la iglesia El Rosario, nos sacó del viaje en el tiempo.

Era una procesión de un centenar de feligreses católicos con la Virgen de Dolores. Un sacerdote dijo en una de las estaciones que la pobreza y marginación, como en los tiempos de Cristo, seguía galopante y llamó a los gobernantes y a diputados a tratar de resolver la crisis que enfrenta la población salvadoreña.

Vimos pasar la peregrinación desde el portal al costado norte de la plaza en donde me llegaron recuerdos del antiguo almacén “París Volcán” (ya desaparecido), que en la primera mitad del siglo pasado era visitado por la alcurnia salvadoreña y en el otro portal estaban almacenes como “Estadio Centro Deportivo”, que fundara el acaudalado empresario Enrique Álvarez Córdova, recordado por sus bondades y por su cruel asesinato en 1980 cuando era el presidente del Frente Democrático Revolucionario (FDR) aliado de la entonces naciente guerrilla del Fmln.

“¡Tan lindo que era nuestro San Salvador de antaño, pujante con la gran cantidad de Almacenes y su gente trabajadora!”, comentó desde San José, California, el compatriota Herbert Monterrosa, conocido por su paso por la radio en el país, especialmente en la juvenil Mil 80.

La visita dominical, pese a los cambios y efectos en la ciudad, nos trajo antiguas vivencias y las dificultades actuales que a diario enfrentan miles de personas que laboran, negocian o viven en el centro de San Salvador.

 
 
 

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