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Aquellos diciembres

“Dónde andarán mi casa y su lugar mi carro de jugar, mi calle de correr.”

Pablo Milanés

Alberto Barrera

Ilustraciones Luis Galdámez

Para los festejos de navidad y año nuevo reinan la alegría y el entusiasmo, aunque muchos tengan desconsuelo y nostalgia, eso que de una u otra manera nos traen canciones populares.

Generalmente es la nostalgia por la madre amada, la familia, el barrio, los amigos, la tierra lejana, o la tristeza por la marcha sin retorno del ser querido, especialmente cuando ha sido por violencia, como ocurre en El Salvador en el que más de 6,650 salvadoreños perdieron la vida en un interminable furor que nos dejó en 2015 un signo desesperanzador.

A bastantes nos llegan recuerdos del carro con el que jugamos, la casa que habitamos y las calles de los barrios en que vivimos, como lo dice el cantautor cubano Pablo Milanés en su emotiva melodía “Cuánto gané cuánto perdí”.

Y a mí me llegan remembranzas desde la populosa ciudad de Mejicanos, allá por el arrabal cerca del cementerio, por entonces en las afueras del pueblo camino hacia Ayutuxtepeque.

Allí encumbramos piscuchas, jugamos a las chibolas, los trompos o ladrón librado, con muchachos de mi edad, como Toño o Mauricio Mejía y sus hermanos Joaquín y Mito, Paco o “Archie” y su hermano Lito, Marcial, el hijo del sastre quien fulminado por un infarto cayera a mis pies cuando me tomaba medidas para un pantalón.

Las citas de juegos eran en un terreno accidentado al final de la quinta calle poniente o en los pasajes Las Brisas o El Perú, y a veces queríamos ser futbolistas como los que jugaban en los equipos que participaban en el torneo de la cancha en la colonia La Fortuna que tenía en el de Las Colinas a su más enconado rival.

Alguno soñaba con ser luchador por la fama del mexicano El Santo o la del salvadoreño El Águila Migueleña (fallecido en el trágico juego de “La ruleta rusa”), o con el primo Nelson o “Reneco” íbamos al cine Balboa y otros de la capital para ver sus películas o veíamos en la televisión al ágil luchador nacional. También influenciados por la presencia masiva de la música ranchera, especialmente del mexicano Pedro Infante y la repetición interminable de sus películas, más de alguno quiso ser mariachi.

Y en ese ambiente de alegría infantil llegaba la navidad en el que los estrenos, “los cuetes” y sus estallidos nos entusiasmaban recibirla y no faltaba la fiesta familiar con comida en abundancia y música, mucha música, pese a que la mayoría vivíamos en la pobreza.

Las viejas canciones, como “Navidad” con letra y Antonio Machín y popularizada por el Trío de los Hermanos Mendoza, se escuchaba repetidamente en las pocas estaciones de radio a fines de 1950 o inicios de 1960; y hoy está casi desaparecida en las más de 200 emisoras en FM y una treintena de la abandonada frecuencia AM. Apenas se oye en algunas de las radios con formatos variados y que para los jóvenes son atrasadas y vetustas.

“¡Campanitas que vais repicando, Navidad vais alegre cantando, ya me llegan los dulces recuerdos del hogar bendito donde me crié!”

O la tristeza y desprecio por un amor frustrado que reflejara el cantor de música ranchera, José Alfredo Jiménez, en la década de 1950 a través de su “Amarga navidad”.

“Diciembre me gustó pa´que te vayas. Que sea tu cruel adiós mi Navidad. No quiero comenzar el Año Nuevo con este mismo amor que me hace tanto mal”.

Y en 1953 llegó un éxito inolvidable que aún suena. “El Año viejo”, compuesta por el colombiano Crescencio Salcedo y popularizada por el mexicano Tony Camargo, quien la incluyó en un disco de larga duración, los “long play” de vinil que sonaban en 33 revoluciones en los tocadiscos o la “radiola” que tenían en casas con más recursos y que eran en las que se armaban las ruidosas fiestas de navidad y fin de año. El tema, grabado con la orquesta venezolana de Rafael Paz, impulsaría a Camargo a la fama internacional.

“¡Yo no olvido el Año Viejo, porque me ha dejáo cosa muy buena…”

Aunque no todos quedaron con cosas buenas en un año violento, el peor de la posguerra dicen expertos. Muchos salvadoreños resienten con profunda tristeza la pérdida de un ser querido entre las 6,657 personas fallecidas por la intensidad de los homicidios, de acuerdo a cifras preliminares de la policía.

Y una canción popular que refleja la profunda desigualdad social en el país, pese a los esfuerzos realizados –quizá no con el mejor denuedo- es “Cantares de Navidad” grabada en la década de 1960 por la orquesta Billo’s Caracas Boys.

“Hay unos que tienen todo lo que quieren, y sus navidades siempre son alegres. Hay otros muy pobres, que no tienen nada, son los que prefieren que nunca llegaran”

Una de las canciones que sigue sonando, especialmente en las fiestas de Noche Buena o Noche Vieja, es “Aquellos diciembres” que emociona por el ritmo y por la nostalgia que lo previeron sus creadores de la agrupación colombiana “Los Falcons” y que grabaran en 1964, pero que ha tenido innumerables versiones, incluyendo algunas de orquestas salvadoreñas.

“Aquellos diciembres

Aquellos diciembres

Aquellos diciembres

Que nunca volverán…”

Pero ninguna refleja la nostalgia del ser querido que se marchó como “El Hijo ausente” del también colombiano Pastor López a inicios de 1980, época que marcó un flujo enorme de salvadoreños hacia el exterior, debido a la brutal guerra civil y principalmente hacia Estados Unidos para cumplir su “sueño americano”.

Ellos, que son la principal fuente de ingresos y sostenimiento de sus familias –y del país- con sus 4,000 millones de dólares anuales en remesas, siguen nostálgicos por su país, sus tradiciones y la música, que a veces por carecer de creaciones propias adopta melodías que les representan, como la de Pastor López y una de las versiones, la de Los Hermanos Flores les alegra y entristece.

“Vamos a brindar por el ausente Que el año que viene esté presente Vamos a desearle buena suerte

Y que Dios lo guarde de la muerte.”

Y es la violencia y la muerte que ha alejado a muchos de visitar su país, aunque otros insisten en volver y disfrutar de sus playas, la final del fútbol, su comida, sus tradiciones, y algunos festejos en pueblos y ciudades que a veces se tornan salvajes o muy pacíficos y alegres.

Brutales como fue marcado el inicio del año, pues en la noche vieja en un agreste cantón de San Antonio Silva, La Unión, un grupo de desconocidos fuertemente armados (como en el pasado conflicto) acribillaron a cinco personas cuando aún sonaban los petardos y las luces de colores brillaban recibiendo al nuevo año.

Casi 40 personas fallecieron violentamente ese primer día de 2016, según los registros de medios de comunicación, en una ola de violencia intensa que ostentan impunemente bandas del crimen organizado y delincuenciales o la violencia intrafamiliar.

“Aquí se asesinan a 105 personas por cada 100 mil habitantes, una tasa de las más altas a nivel mundial”, escribió un diario digital, lo cual causa desesperanza, pese al insistente llamado a través de mensajes publicitarios gubernamentales a pensar en un mejor futuro.

Seguro algunas de las canciones aludidas sonaron y seguirán sonando en el país durante festejos populares, generando entusiasmo y alegría o tristeza y nostalgia…

Alberto Barrera

Ilustraciones Luis Galdámez

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